miércoles, 10 de febrero de 2016

El día que New Hampshire apostó por un nacionalista y un socialista


Donald Trump celebra su victoria. (Foto: Mike Segar/Reuters)

Donald Trump y Bernie Sanders dejaron ayer patitiesa a América, o, mejor dicho, a los observadores de la política americana, que muchas veces están/estamos demasiado desconectados del verdadero sentir del votante no especializado.


¿Cómo lo hicieron?


Trump ganó la primaria de New Hampshire superando el 30 por ciento entre una gran variedad de grupos demográficos e ideológicos. Ganó entre los
hombres y entre las mujeres, entre los votantes menores de 65 años, entre los votantes sin título universitario y entre los votantes con título universitario pero sin estudios de posgrado.


Ganó entre los
conservadores y entre los moderados, entre los votantes primerizos y entre los que ya habían votado en primarias anteriores, entre los republicanos registrados y entre los independientes o no declarados.


Trump ganó el 60 por ciento del voto de los que buscan a un candidato procedente de
fuera del establishment.


Sanders ganó el voto de las
mujeres menores de 30 años por una diferencia de 4 a 1. Solo poco más del 10 por ciento de los hombres menores de 30 años votó a Hillary Clinton. 8 de cada 10 votantes de la primaria demócrata dijeron que Sanders comparte sus valores, dos tercios dijeron que sus posiciones políticas son acertadas y 8 de cada 10 declararon que se sentirían satisfechos si el senador por Vermont consiguiera la nominación demócrata. El 40 por ciento dijo que quiere que el próximo Presidente se sitúe más a la izquierda que Obama, y Sanders se llevó más del 80 por ciento de esos votos.


No obstante, Clinton reinó entre las
mujeres mayores de 65 años, consiguiendo el doble de apoyos que Sanders. El otro déficit de Sanders es el voto de las minorías, entre las que Clinton es la clara favorita. New Hampshire es uno de los estados más blancos de la Unión. En estados donde los afroamericanos tienen un peso desmedido en las elecciones internas demócratas, por ejemplo Carolina del Sur, el próximo en votar, Sanders no tiene una vía clara para crecer electoralmente salvo que consiga hacer cambiar de opinión a esos votantes pertenecientes a minorías raciales. Esa será su misión en los próximos días.


La brecha de sexos y razas en la contienda demócrata hace que, a largo plazo, la candidatura de Trump en el GOP parezca mucho más viable que la de Sanders en el Partido Demócrata. Que Sanders no llegase demasiado lejos sería una buena noticia para el empresario neoyorquino (casi tanto como para Hillary) porque
muchos votantes independientes o no declarados están dudando entre Sanders y Trump, dos candidatos que se sitúan en extremos políticos opuestos pero que tienen mucho más en común de lo que parece, al menos en cómo son percibidos por cierto tipo de votante (blanco, pobre, con un empleo de mierda y poco dado a ir a votar).


¿Qué empujó a esos votantes a decantarse por Trump y Sanders ayer en New Hampshire? Es la globalización, estúpido.


"No os sintáis mal, perdedores de las primarias de New Hampshire. Ni la modificación de los mensajes ni los trucos para movilizar a los votantes ni los bombardeos de anuncios os hubieran ayudado. Las victorias de Donald Trump y Bernie Sanders llevaban más de 30 años en ciernes," escribe la veterana Kathy Kiely en USA Today.


Kiely se explica: "De hecho, creo que puedo precisar cuándo empezó todo. Fue en algún momento a principios de los años ochenta. Yo estaba haciendo cola en un teléfono al final de un deslucido pasillo de un edificio de los tiempos de la Guerra Civil en Washington, DC. En aquel momento, era el cuartel general de la Comisión Internacional de Comercio. Como reportera de 'The Pittsburgh Press,' estaba esperando a llamar para informar de una noticia sobre la última queja de las compañías acereras locales contra sus competidores extranjeros. Al teléfono justo delante de mí había un abogado americano que trabajaba para uno de esos competidores extranjeros. Mientras componía en mi mente las sentencias sobre los argumentos que el abogado había dado contra los altos costes laborales de los fabricantes americanos, él estaba llamando para hacer una reserva en 'The Palm,' uno de los restaurantes especializados en carne más pijos de Washington.


"Disculpad a esta reportera por atreverse a dar una opinión, pero creo que es prudente decir que los abogados que comen filete y consiguen su vino francés argumentando que los obreros americanos cobran demasiado son el tipo de establishment washingtoniano que los neohampshireños han tenido en mente cuando han votado a Sanders y Trump. La ansiedad económica que una vez experimentaron decenas de miles de trabajadores industriales que perdieron su trabajo con los cambios globales que provocaron el 'Rust Bowl' (áreas con instalaciones industriales ahora abandonadas porque el trabajo se ha trasladado a otros estados o a otros países) ahora se ha vuelto viral."

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